domingo, 23 de octubre de 2011

Ser como Job

El libro de Job, nos relata la historia de un hombre que amaba profundamente a Dios, era bendecido en gran manera. Tenía siete hijos varones y tres hijas; su hacienda era prospera, y tenía muchísimos criados. Un día Dios le preguntó a Satanás: “¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” Satanás le respondió: “Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia”. Y entonces dijo Jehová a Satanás: “He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él” (Job 1:8-13).

Cierto día este gran hombre de Dios lo perdió todo, sus bienes materiales y también a sus hijos. A pesar de esto, Job reconoció que todo cuanto tenía le pertenecía a Dios y no lo culpó de sus desgracias. Satanás se volvió a presentar nuevamente ante la presencia de Dios, y le dijo: “extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia”. Y Jehová dijo a Satanás: “He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida” (Job 2:6). Satanás hirió a Job con una sarna maligna (Job 2:7). Su esposa le alentó a maldecir a Dios y Job le respondió: ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?

¿Acaso somos así de fieles, como Job lo era con el Señor y reconocemos que todo lo que poseemos Le pertenece? ¿Amamos a Jehová en medio de la abundancia y también en medio de la prueba? Aunque para algunos de nosotros alabarlo en medio de la prueba suele ser difícil o por el contrario sólo lo buscamos cuando esa situación no la podemos solucionar y reconocemos que solamente El nos puede socorrer. A pesar de todo, el Señor nos vuelve a extender los brazos y oídos a la voz de nuestro clamor y recoge nuestras cargas. Mil veces pecamos, mil veces le pedimos perdón y mil veces nos perdona. ¿No es maravilloso ese incondicional amor que nos regala nuestro Padre sin nosotros merecerlo?

Por su condición de humano Job se quebrantó y se desalentó, como nos ocurre a muchos de nosotros, llegándose a maldecir y también se preguntó el por qué Dios envía sufrimientos a alguien que, como él, siempre lo ha servido con fidelidad y nada malo ha hecho.  Entonces respondió Jehová a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?” (Job 38:4). Las palabras del Señor no responden a los sufrimientos de Job, sino que son una afirmación de Su grandeza. Luego Job mantiene su confianza en El, aun cuando no haya logrado entender la razón de sus sufrimientos.

Sabemos que luego el Señor quitó su aflicción y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.

Recuerden, “que el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:7); eso incluye especialmente al pueblo cristiano, a quien desea destruir y provocar sufrimiento, tratando por todos los medios de alejarnos del cobijo protector del Dios omnipotente. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12).

Por ser cristianos no estamos exentos de pruebas, la única diferencia es que cuando nuestra confianza está en el Señor, de nada temeremos; porque como dice Salmos 146:5-10 “Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios, El cual hizo los cielos y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda verdad para siempre, que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna. Reinará Jehová para siempre; Tu Dios, oh Sion, de generación en generación. Aleluya”.

Sólo confía en el Señor, porque sabemos que para los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28).

Dios les bendiga.



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